18 de julio de 2010

                                         Un Gran SinSentido         

Hace un tiempo, como muchas veces, me colgué charlando con mi amigo que me pegó el “man”. Un tipo bárbaro. Diferimos mucho pero no hay duda que lo admiro.

Vive muy diferente a otras personas, vive muy presente, muy pleno, es un bizarro, eso no hay duda. Tuve la suerte de vivir unas semanas junto a él y fue muy fructífero para ambos.

Flasheabamos, porque esta vida no tiene mucho sentido. En realidad, no tiene sentido. A veces se lo buscamos, o se lo queremos imponer, pero, no lo tiene.

Flasheabamos que, cuando afinás tu poder de observación, notás como nada tiene sentido. Y sentís un vacío enorme.

Dejás de raccionar frente a las cosas malas, no tan malas, o terribles que te pasan y empezás a sentir que nada tiene sentido. Mirás a tu alrededor y sí, pasan cosas terribles. Muere gente porque sí, sufre gente porque sí, se arruinan entre todos porque sí.

Mucha gente que quiero o amo mucho vivió cosas terribles. Y mucha que ni conozco también. Vivir la totura (el encierro, el castigo físico, el castigo emocional), desgarrados por armas, por golpes; con cuerpos atrofiados,  violados, mutilados. Los veo, los recuerdo, y carece de sentido. Caminando simplemente por la calle, y con un tiro en el pecho gratuito. Carece de sentido.

Pero también carece de sentido aquello a lo que nos apegamos. Esa novia, ese objeto, ese triunfo, ese bienestar, esa salud. En el fondo están muy vacías. Pasa el tiempo y, muchas veces, aquellos que observan detenidamente el mundo y a sí mismos, quienes lo hacen sinceramente, comienzan a sentirse como el señor Meursault, un verdadero extranjero.

Muy observadores fueron Voltaire, Camus, Hesse. Muy observador era Kafka. Llegaron a la raiz de nuestro mundo occidental. El sin-sentido absoluto. Un lobo estepario, un extranjero, una sátira del optimismo, un vacío absoluto, una transmutación de lo que creemos que somos a un ser básico y aberrante, que realmente somos o que descubrimos aparentemente. Y ahí, ya nada tiene sentido. Fin de la historia.

Algunos opinan que meditadores como Camus, soñadores como Hesse, introspectivos como Voltaire, hubiesen sido verdaderos seres iluminados de haber nacido en oriente. Desde chico que leo y escucho esas opiniones de algunas personas (sobre todo orientales). Pero para los occidentales, esta gente refleja la más profunda verdad de nuestro mundo. El sinsentido. ¿Acaso están equivocados? ¿O acaso ven una verdad irrefutable?

Tal vez, tan solo se estancaron, como nos estancamos todos aquellos que vivimos en este universo depresivo y materialista, donde la muerte es tabú (aunque ocurra aberrantemente en cada rincón) y donde todo se trata de poseer, de tener y de adquirir.
 Pensar en un vida vacía es como el fin del mundo. Pero quizás vieron la verdad a través de los mismos ojos materialistas y adquisidores, entonces, fue triste.

En oriente medio y lejano, otros encontraron el sin sentido y gozaron con ello. Encontraron una vida eterna y un camino que no culmina. Nosotros no lo encontramos. Encontramos un sinsentido y allí, el final de todo. Pero nada queda de eso que encontraron un camino eterno. No hay forma de pensar como ellos y saber si tienen o no razón. Oriente está hundida, Occidente está hundido. El mundo está sumido en tinieblas. Observás…. pero observás de verdad, y lo ves, un silencio vacío y sinsentido.

Entre este mundo terrible y violento, entre nosotros, entre este vicio por adquirir, y por autoeliminarnos; entre este individualismo extremo, frialdad, falta de empatía, de sentimiento sincero y de libertad, entre estas montañas de sufrimiento (sufrimiento inagotable), entre este gran sinsentido, se encuentra la maravillosa oportunidad de nacer como humano meditativo. Trascendiendo la tristeza del vacío, hacia la belleza del vacío. Un ser que despierte libre y con amor, con visión de que el individualismo es una falacia, el consumismo un contrasentido y cada cosa que hacemos, una mentira.

Está todo dispuesto para que una mente así aparezca entre nosotros.

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